martes, 17 de marzo de 2009

El ritual de la tortilla

Ya hacia un año que vivía en la residencia y varios más desde que me había mudado a la Capital cuando ella alquiló la habitación cuya ventana yo veía desde la mía. Mi pieza era una pocilga inmunda, que alguna vez supo ser la despensa de un departamento de piso completo con ocho habitaciones, de no mas de dos metros cuadrados (No, no estaba preso pero casi…) que se ubicaba justo arriba del comedor que compartíamos.
La fauna del lugar la componían por ese entonces 17 personas, todos estudiantes y/o laburantes de todas partes del país y no teníamos supervisión “adulta” de ningún tipo, salvo los sábados que se aparecía la dueña del lugar o su hermano a “ver que onda”.
Ah! Me olvidaba, de los 17 éramos 7 hombres y 10 mujeres de entre 17 y 25 años (los detalles los iré contando a medida que me los acuerde…).
Así dispuestos, algunos compartían sus habitaciones y otros (dadas las dimensiones ya descritas) estábamos solos.
Ella se había venido a la Capital a estudiar y “de paso” estar mas cerca de su novio que supuestamente había venido a lo mismo.
Yo salía hacia rato con una chica con la cual nunca debí hacerlo (Dejémoslo para cuando de…).
La primera vez que recuerdo que hablamos (un sábado o un domingo porque era el mediodía y yo no estaba en el laburo), ella estaba intentando hacer la peor, insulsa y quemada tortilla de papas que había visto (y probado) en mi vida…

Yo – que estas haciendo? – le pregunté curioso mientras veía como cortaba una papa a lo ancho en fetas muy finitas.
Laseñoritaqueviveconmigo – Me estoy por hacer una tortilla. Por? - dijo soberbia
Yo – Estas segura de lo que haces? – retruque rápidamente haciendo alarde de mis habilidades culinarias adquiridas durante mis años lejos del hogar.
Laseñoritaqueviveconmigo – Si – me dijo mientras ponía estas rodajas de papa en una sartén casi sin aceite.
Yo – Te puedo dar un consejo?
Laseñoritaqueviveconmigo – No, no gracias – (sin mirarme).

No esperaba esa contestación, así que me quedé parado junto a ella en silencio mirando como continuaba haciendo eso que llamaba “tortilla”. Cada tanto me espiaba de reojo como dándome pié a que dijera algo. No lo hice.
Con la sartén cubierta por varias capas de papas finitas y crudas prendió el fuego, agarró uno de los tres huevos que tenia en la mesada, lo rompió y lo echó sobre las papas (así nomás sin batirlo ni condimentarlo).

Yo – Noooo! – se me escapó.
Laseñoritaqueviveconmigo – Que pasa? – seguía sin mirarme.
Yo – Nada, nada – preguntándome como cuernos daría vuelta ese pegote amarillento y crudo.
Laseñoritaqueviveconmigo – Mas te vale! – replicó ahora si me mirarba pero con el seño algo fruncido.

No dije nada más, caminé unos pasos por el pasillo hasta el comedor y me senté en un lugar donde la veía perfectamente. Era la primera vez que realmente la miraba, ya hacia un par de semanas que se había instalado pero nunca le había prestado demasiada atención, no porque no la mereciera, sino porque siempre que la veía estaba con el novio.
Me llamó mucho la atención con que "delicadeza" chocaba los huevos contra el borde de la sartén, no exagero al decir que fácilmente le requería 15 o 20 golpes romper cada uno (todo una experta).
Habían pasado no más de 10 minutos cuando empezó el “ritual de la tortilla” (no es una porno lésbica!). La desesperación se había adueñado de ella. Con la misma delicadeza con la que rompió los huevos, intentaba (en vano) de todas las formas posibles y con todos los utensilios que tenia a mano despegar de la sartén aquel engrudo de papa y huevo. Todo esto con el fuego de la hornaya mas grande al maximo.
No había nadie cerca (sábado o domingo al mediodía no andaba ni un alma por los pasillos), ni en la cocina, ni en el comedor ni si quiera en la PC que compartíamos entre todos. Solo yo, mirándola “ofendido” por como me había hablado.
Ella sabía que yo estaba allí y que la miraba atentamente, pero no pidió mi ayuda, en lugar de eso raspaba vigorosamente el fondo de la sartén con un cuchillo mientras el humo y el olor a quemado ya se sentían desde donde yo estaba y se tornaban algo nocivos para la salud.

Yo – Te quedó rica? – le grité irónicamente tragandome el orgullo.

Ella levantó la cabeza inmóvil y me miró fijamente por los 10 segundos más incómodos de mi vida.

Laseñoritaqueviveconmigo – Me saco este olor a humo y te invito una hamburguesa en el McDonalds. Venís? – Dijo mientras intentaba sin éxito esconder la risa.

Hoy hace más de 4 años que vivimos juntos. Muchas cosas cambiaron desde ese día. Pero eso, eso es otra historia (como decía el final de las películas de "Conan").

Nota: La curiosidad pudo más y en el momento en el que ella se fue a su habitación busque la parte menos quemada y la probé…

Vivan!

2 comentarios:

Tuky dijo...

jajajaja esa chica es de las mías!!! que consuelo no soy la unica con ese arte en la cosina!!

Solo *AnDy* dijo...

Que divina historia jajajaj... Que lindo que escribìs, me encanta!!

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