miércoles, 23 de diciembre de 2009

La 22 estaba vacía, la primera señal.

Las comunidades se formaron en el campo, en el famoso “interior”. Casi sin querer la naturaleza las alejo las tentaciones del billete (O pensándolo bien… fue la política lo que alejo “el billete” de nuestras tentaciones)…

Cuando dejaron de repartir leche en los supermercados, en el fondo, sabíamos que no había más. No solo no había más, sino que ya no había combustible como para que los camiones funcionaran, ya nada llegaba, la 22 estaba vacía. Todavía no se como no me di cuenta, en que estaría pensando? En que querrían que esté pensando?

Si no calculo mal, sería oportuno desearles felices fiestas!

Cristobal Vinci.

martes, 22 de diciembre de 2009

Al menos sabemos que le pasó a todos los “ismos”

Después de todo, los billetes sirvieron para prender un fuego en los largos inviernos, la tinta infumable de los de 2 pesos siempre me hizo reír. Pienso en lo irónico que puede ser la existencia humana, somos solo una costumbre, nada mas que una costumbre triste e insípida, alucinados con la zanahoria de moda.

Nos mintieron siempre, desde chicos nos enseñan a vivir en una lisérgica creación del “divino”. Nos mintieron con la vida, nos mostraron algo que no fue cierto, que jamás fue nuestro. El conformismo con el que transitamos por el mundo es prueba de lo que pasó. Jamás entendí como nadie se pregunto nada...

El petróleo que movió al mundo por doscientos años ya no lo hace más. Ahora tenemos que moverlo con nuestras propias manos.

Cristobal Vinci.

Esto no lo quiero decir....

Lamentablemente, desde que se acabo el petroleo en el mundo nada es lo que solia ser, las cosas cambian muy rapidamente cuando se las vive en carne propia, y esto es lo que nos esta pasando, estamos viviendo nuestra propia historia de terror. Todos sabemos lo que nos esta pasando, no es solo a mi, que se me mezccla la razón con la nostalgia.... Estoy buscando comprender que es lo que pasa..

Cristobal Vinci.

viernes, 7 de agosto de 2009

Amar

Amar y perder.


Acostumbrate!

jueves, 18 de junio de 2009

Gente-serpiente

"Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Esta huía rápido y con miedo de la feroz depredadora, y la serpiente no pensaba desistir.

Huyo un día, y ella no desistía, dos días y nada...En el tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la serpiente:

- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- No he tenido este precedente con nadie, pero como te voy a devorar, puedes preguntar...
- ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
- No
- ¿Yo te hice algún mal?
- No
- Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?
- Porque no soporto verte brillar..."*



Que lamentable vida que lleva la gente-serpiente. Si solamente dedicaran la energía que invierten en envidiar para hacer algo por ellos mismos....


*Leyenda Zen

viernes, 12 de junio de 2009

Siento que no siento

Confundido y adolorido abrí los ojos lentamente, la lluvia moja mi cara y me nubla la visión. No entiendo que está sucediendo, todos mis sentidos son solo una estática que interfiere con mi cerebro. No puedo mover la cabeza, mi oreja izquierda esta apoyada en el piso y el agua que corre bajo mi cuerpo alcanza la comisura de mis labios. Siento una fuerte presión sobre la sien que me inmoviliza por completo. Siento el frío del agua empapándome la espalda, las piernas, todo mi ser.

Muevo las manos, están libres. Intento sacar el peso que comprime mi pecho, mi cabeza. Nada. Siento el cordón de la vereda con mi mano izquierda y con la derecha alcanzo a sentir una pierna. Quiero gritar, no puedo moverme, pero la presión en el pecho no me deja llenar los pulmones de aire. Arqueo mi espalda, el agua ya alcanza a cubrir mi nariz, me estoy ahogando.

Me quedo inmóvil, ya esta, no puedo más. Las fuerzas me abandonan poco a poco. Ya no siento el frío, ya no siento, no recuerdo. No recuerdo como terminé acá tirado en el piso mojado, es mas, no recuerdo donde estaba ni que estaba haciendo.

Puedo mover la cabeza! Me duele mucho la sien, pero estoy libre. La lluvia no me permite enfocar la vista, se me llenan los ojos de agua, los cierro con fuerza, como tomando impulso, siento gusto a sangre, metálica y amarga. Trago saliva y finalmente los abro.

Porque estaba así? Que le había hecho? No se, pero me miraba con un odio profundo y una especie de excitación extraña. Su rodilla apretada en mi pecho y el agua que le escurría por la cara disimulaba sus lágrimas. Por que me miraba así? Su boca, violeta por el frío, temblaba con culpa mientras apoyaba el arma en mi cuello.

Que paso? No recuerdo como pasó esto, merezco lo que pasa o soy solo una inocente victima? Balbuceo algo con el aire que me queda pero me interrumpe un grito de silencio.

Busco en mi ser motivos para haber terminado así, no existen motivos para que me dispare ni tampoco para que no lo haga. En este escenario, situación desquiciada y teñida de formas, sabores y sensaciones, lo único que puedo decir es “En la cabeza, si lo vas a hacer, por favor a la cabeza”.

No había más que silencio, ni siquiera la lluvia que a esta altura llenaba mi boca, hacia ruido alguno. Los recuerdos de mi vida pasaban por mi mente, uno a uno recordé a mi vieja y sus caricias en invierno, los domingos con mi viejo y mi hermano lavando el auto una tarde de verano, Ceci, que me besó con dulzura a la salida del colegio, la ecografía donde se veía claramente que sería papá, me imaginé caminando junto a ella en alguna playa que jamás visitaré.

El estruendo precedió a la luz y el sabor amargo de la muerte sin sentido finalmente detuvo mi mente.

miércoles, 10 de junio de 2009

Aprender a vivir

El primer año acá en Baires viví en Villa Crespo a la vuelta de una gran iglesia. Allí también vivía Julián, un “vago” (palabras de él) de unos 45 años, que pernoctaba adentro de una caja de cartón recubierta con una lona plástica y algunas mantas junto a su inseparable Rabito, un perro feo como pocos.

Para mí, recién llegado del sur, ver algo así no era común y contemplar como las personas le pasaban por al lado sin siquiera notar su presencia me llenaba de indignación, vergüenza ajena. No soportaba pensar en lo mal que la pasaría, el hambre, el frío, la intolerancia de la gente, la mugre, la discriminación.

Un día cansado de pasar y solo saludarlo fui a hablar con él, me senté al lado, le di un pucho, fuego y empezamos a hablar. Me contó toda su vida, de lo mal que estaba antes, con su laburo de contador de ocho a dieciocho, estresado hasta las muelas, su mujer ensimismada, egoísta y traidora, sus supuestos amigos que se abrieron de patas a la primera dificultad. Pero también me contó lo feliz que era viviendo así y como ve pasar la vida, su vida, sin planes ni estrés ni plata ni auto ni casa ni presiones ni nada. En la iglesia le daban dos comidas diarias, no tenía vicios ni ambiciones, una vez al mes lo llevaban al hospital a hacerle un chequeo y todos los martes y viernes sin falta se bañaba en los vestuarios del club Atlanta.

Por dos años pasé a hablar con él casi todos los días, era un tipo muy inteligente con el que se podía hablar de cualquier cosa, historia y política eran su fuerte y contaba los mejores chistes que he escuchado, yo le llevaba algún que otro libro que el devoraba de una manera asombrosa lo que me obligó a comenzar a sacar libros de la biblioteca de la facultad cuando ya había leído todos los míos.

Un día de invierno, cansado de pasar frío, agarró sus tres o cuatro bártulos a Rabito y volvió a su casa sin despedirse, según me dijo el cura. Lo único que me quedó en claro es que esa vida fue su elección y siempre lo vi muy feliz con esto, jamás lo escuché quejarse de nada.

Hoy volviendo el tiempo atrás pienso, que sin quererlo, este tipo barbudo y harapiento me dejó una gran lección de vida que nunca podré agradecerle, solamente podré transmitirla de alguna manera...