viernes, 3 de abril de 2009

Desmedida vulneración de la cordura

Está cansado de encontrarse en lo esporádico, de aspirar aires tardíos, para exhalar aires futuros; solo quiere respirar: darle a sus pulmones sólo el viento del presente y que un pampero lo resuelva en esta incertidumbre de placeres que yacen en el calabozo de los recuerdos aislados.

Quiere un toque de azul marino para su río amarronado. Una pizca de azul Francia, para su Argentina acostumbrada. Quiere Buenos Aires.

No le alcanza la juventud, quiere ser libre, independiente, consecuente, aventurero. Está cansado de las reglas impuestas, de los azules azules, mentirosos azules principescos. Un poco de neblina, un poco de agua turbia, un poco de azul gris, para asumirse y encarar lo que venga, no quiere lo perfecto, solo desea lo mejor para él.

Mientras tanto transita ese sendero en el que cada flor es interrogada para poner a prueba su delicadeza, unas tantas le dan esas respuestas que lo reconcilian con la vida, otras tantas le perpetran un tiro a sus ilusiones con sus espinas cizañeras.

Quiere sentir, no ya la razón de vivir, solo el motivo del vivirse, de disfrutarse, de amarse con todas sus mañas.

Quiere un poco de olor a queso en el zapato perdido de la princesa azulada.

Quiere un peluquero que le haga despeinados a los cabellos del río. Quiere naufragar, porque sabe, que puede sobrevivir a su consecuencia, sabe que su barca habrá de hundirse tantas veces, remontándolo a la superficie para otra vuelta.

Alguna vez, comprenderá que el haber salido ileso, y aún con el corazón afiebrado, de todas sus mareas, lo encontrará con ese tesoro que se llama vida, con esa joya de la vida que se llama equivocación.

El no quiere ser un príncipe. Quiere, solo desea, rozar el azul marino en la boca del océano, acariciar el azul Francia en las mejillas del continente y quiere ser humano, por sobre todas las cosas.

Quiere andar liviano, como el Borges de la despedida, no llevar armaduras puestas sobre su cuerpo improvisado, quiere ser vulnerable al futuro que venga, al presente que tropieza, al presente que lo vive, para vivirlo. Quiere andar con pantalones sueltos, remeras sueltas, descalzo y sin sombreros, quiere estar suelto de esta prisión de falsos modelos, que viven azules en sus afueras, pero sin fuerzas en sus adentros. No quiere llevar trajes ni caballos, no quiere a Cenicienta vestida de princesa. Prefiere una mujer que limpie cada día, esa incertidumbre suya de amarla y no quererla, ese error suyo de desearla y poseerla, esas ganas suyas de encontrarla, aunque no lo admita. No quiere carrozas de fuego, más bien desea una enorme calabaza en la que se sienta a gusto. Cienicientos de instantes de locura, desmedida vulneración de la cordura, un poco de libertad frente a tanta tolerancia. Un poco de discrepancia, de discusión frente a lo resuelto por los otros, revelarse para imponer su estilo, para ser original entre tanta mediocridad lindera. Encontrar la manera de ser libre eligiendo lo que hace, optando por lo que sueña, independizarse de sí mismo, de lo que fue y no pudo, de lo que quiso ser y no lo dejaron.

Ahora es grande, puede ser lo que quiere, no puede no poder ser lo que es. Y se alza contra el mundo con un grito adolescente, que rebota en las paredes que lo mediatizaban; se estrella contra los muros que le fue construyendo una vida pensada, no una vida vivida.

Ahora es libre. Es humano. Anda por las calles tranquilo, no disimula lo que le falta, porque tiene lo que quiere. No se preocupa tanto por los agujeros de su buzo, como por los vacíos de su interior. No se preocupa tanto por el crecimiento de su barba, como por el crecimiento de sus ganas y no se preocupa tanto, porque ahora se ocupa mucho más.

Usa ojotas, cuando recorre su rutina, porque su zapatito de cristal tiene olor a queso, y para ocuparse de eso decidió no usarlo nunca más.

Quiere encontrar el instante que se quede para siempre, la ojota que perdió la princesa azulada en el camino hacia el encuentro, para quedarse a-zu-lado hasta la muerte, o hasta cuando sea.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Las ojotas (aprendí eso mientras te leía acá se le dicen chancletas, sandalías) son tan cómodas, aunque dejan los dedos expuestos... Y son ciertamente una locura usarlos mientras llueven (es mejor estar consciente de que te vas a mojar los pies, que sentir un charco en los tennis).

Azul, son los pensamientos, tan débiles como una ola cuando se rompe en la arena, tan fuertes como una ola en el medio del mar que puede mover barcas y llevarlas a otro destino...

Somos humanos y es lo que nos hace ser especiales, sentir tanta multitud de sentimientos con párrafos apiñados en un blog, en verdad me encanto leerte.

Lolita y El Profesor dijo...

¡Qué romántico final...! ¡Y cuántos buenos deseos encontré en el camino de la lectura!

Excelente!

Lolita

Lolita y El Profesor dijo...

Por cierto... Gracias por visitar nuestro blog, Word (¿Cómo es eso de que no tiene el word en el escritorio?) Nos estaremos viendo...

Besitos

Lolita

Word dijo...

Dedicado a todas las que esperan al príncipe azul y todavía no se dan cuenta que seguramente ya les pasó por al lado…

Vivan!

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