jueves, 14 de mayo de 2009

Mil años en el infierno

Nací por allá, a fines de los setenta, en un país tercermundista perdido en algún lugar de América Latina. De bebé usaba pañales de tela, que mi madre y mi abuela religiosamente lavaban a diario. Comía papilla y puré preparados en casa directamente de la mano de mi hermana mayor que los hacia con los vegetales que cultivaba mi padre en el fondo del patio de casa.

Durante mis primeros años de vida mis comidas venían envueltas en su propio “envase” con su propia cáscara, totalmente natural y biodegradable, aunque por esa época no se conocía este vocablo.
Cuando comencé la escuela, todo esto empezó a cambiar, aparecieron las papas fritas y las bolsas de girasol, los pochochos embolsados, los turrones, podría estar horas así...

Durante la universidad y avivado por la lejanía del hogar, mis almuerzos y cenas se resumían en papeles rojos de hamburguesa con una gran M dorada en el medio, por su puesto junto con sus papas y gaseosa grandes. También cajas y cajas de pizza devoradas con fervor en las noches eternas de estudio.

Mi problema empezó después de la universidad, cuando mi monótono trabajo en la Capital de la República Bananera ya me había dejado pelado en todos los sentidos.

Llegaba todos los días apurado, transpirado y sin desayunar, harto de las bocinas y los nauseabundos olores de perfumes baratos que se mezclan en el vagón del tren.

En el kiosco de la esquina compraba de forma automática un café con crema y un tostado de jamón y queso con mucha mayonesa. Al mediodía algo simple, con platos y cubiertos descartables y una botellita de gaseosa Light para conservar un poco la línea. A la salida, la infaltable gaseosa para el viaje de vuelta. Resultado: dos botellas, un plato, cubiertos, celofán, bandejita de plástico y 4 vasos por su puesto todo desechable.

Los fines de semana eran mas o menos lo mismo con algunas variaciones respecto a las cantidades.

Los primeros diez años transcurrieron así, cuando mejoré mi situación y me ascendieron en la empresa los almuerzos ya no eran desechables. El resto siguió igual. Mi vida siguió igual. Nuevo trabajo, novia, luego esposa, hijos, viajes, fiestas. Todo con su respectiva carga de “basura” antiecológica.

Con los años engordé un poco, un poco mas de lo esperado, y con el poco ejercicio que hacia, fui a parar demasiado joven, según decían los médicos, al hospital durante un par de semanas gracias a un pequeño infarto de miocardio que me dio mientras hacia el amor con mi amante adolecente.

A partir de allí cambié mi vida, ya no tomaba café con crema, ahora lo tomaba solo, solo con cinco cucharadas de azúcar, al tostado no le ponía mayonesa y con mi amante nos veíamos cada vez menos.

Cuando me dio el segundo infarto, lo único que pensaba era en el chiste que les diría a las enfermeras al despertar. Nunca alcancé a decirlo.

Y si, después de morir, definitivamente cambió mi vida. Pensaba que sería distinto, cualquier cosa que me asegure un eterno descanso, ya que me pasé casi todos los domingos en la iglesia y hasta les daba una buena suma de dinero todos los meses.

Al llegar a las puertas de lo que pensé que era mi merecido descanso me encontré en soledad, no había luz, ni ángeles, ni mucho menos Dios. Solamente estaba esa enorme, enorme pila de basura que había dejado durante mi paso terrenal.

Ahora, todo lo que puedo ver la montaña de basura que dejé a mi paso por el mundo. Aun queda una marca de todo lo "biodegradable" que usé. Lo que me preocupa son las dichosas bolsas y botellas. La montaña, que mide lo que un edificio de 4 pisos, no da la sensación de desaparecer. Ya he pasado aquí 182 años, y siguen tal cual llegué. Al menos algunas cosas me traen buenos recuerdos como la gran cantidad de preservativos que utilice con mi amante o los juguetes de plástico que tenía de niño que no me duraban más de unos pocos días.

Pero el resto, el resto de las cosas no me hacían mucha gracia.

Lo único que me mantiene es la promesa que me hicieron y espero que cumplan, los plásticos tardan quinientos y los preservativos un poco más de mil años...

Aquí el tiempo transcurre lentamente, al igual que donde ustedes están, solo que yo no tengo otra tarea mas que observar esta montaña de desperdicios que construí cuando vivía y suplicar porque se degrade lo mas rápido posible.

Desde aquí, en mi humilde pedacito de ardiente infierno, solo espero paciente a que desaparezca y me dejen salir, tal como lo prometieron... Aunque transcurran mil años en el infierno.

12 comentarios:

Sr Cincuentón dijo...

decinos como huele ese lugar ...

Word dijo...

Jajaja!! Seguramente que horrible! Muy buena observación, se me ha escapado ese detalle...

Saludos Sr Cincuentón!

La solitaria dijo...

Viste la película Walle? (No me acuerdo si se escribe así, creo que no) Bueno, más allá de la fantasía propia de la peli, no me quedan dudas de que eso le puede llegar a pasar a nuestro planeta. Solo que al revés de como pasa en la peli, no nos vamos a poder escapar a otro planeta, y dejar atrás la mugre que generamos durante nuestro tiempo de permanencia acá.
Y creo que en tu historia, salta a la luz que cada uno de nosotros hacemos más daño al planeta del que tenemos conciencia. Si interpreté mal lo que quisiste decir, mil disculpas!

Word dijo...

Completamente Solitaria!! Es algo así como Wall-E. Ninguno es conciente de la manera en que directa o indirectamente estamos arruinando el planeta... Me he puesto apocaliptico ultimamente! Jajaja!!

Besos y escribite algo vagoneta!!

ladyjojo dijo...

en fb me salio q voy directo al infierno (no se por que) pero la evrdad es q no me da miedo, creo que primero voy al purgatorio (espero se escriba asi) ahi pido perdon o no y depende de eso me voy a mi penthouse en el infierno o a mi casa con vista al golf en el cielo :OP

Anónimo dijo...

¡Muy bueno! Me gustan tus historias.

Una cosita, se escribe por supuesto ;) (hay varios en el texto)

Na!

Word dijo...

Es un error de la plantilla, no se porque pasa, queda por su puesto (??)

Anele dijo...

Interesante historia.

Imagino que como muerto que estás, el que prometió será dios o diosa...

Anónimo dijo...

Que escrito tan profundo el de hoy, mira las cosas que sin darnos cuenta las usamos como si nada, y despues nos terminamos matando solos con esas porquerias, me acuerdo que de chica cuando me dijeron lo del infierno me empece a cuidar para no terminar ahi, como si pelear con un hermano fuese grandes motivos. Y este hombre se canso de contaminar, saludos

Leila dijo...

cuando la lei por momentos me olvide del fin que tenia la historia, que era mostrar el tema ecologico y comenzaron a dispararme muchas otras cosas. sobre que tan rapido vivimos, que tan rapido nos enamoramos, que tan rapido cenamos / viajamos. siempre apurados por llegar adonde? a casa, y en casa solo queremos dormir para mañana. perdon, se que no era la intencion.. pero la rapidez del mundo aveces me hace pensar que estar bien con uno mismo es lo unico importante.

Floripondia dijo...

Me encanto y por momentos pensé que tu historia iba en otra dirección... excelente escrito, como siempre.. :)

Word dijo...

Nefertary, el que prometió seguramente fue el diablo. Gracias por venir!

Srita. Amor, el cielo y el infierno esta naca y ahora, conviven con nosotros desde el dia que nacemos.

Leila, ninguna de mis historias tiene un fin determinado, aunque esta vez se mezclaron las cosas. Lamentablemente vivimos en un mundo acelerado y vertiginoso, los tiempos son cada vez más cortos, la infancia es mas corta, la adolescencia es mas corta...

Flora, Muchas gracias!

Besos a todas! Y no se olviden de votar en el concurso de Blonda...

Buen fin de semana.

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